DEPREDADORES: DESENCANTO Y CRÓNICA DE UN VACÍO.

 

Federico Castro Morales. córdoba. 1993

 
            Comenzaba a ser una tónica habitual la ausencia de Jacinto Lara en las salas de arte cordobesas. Desde «Figura y entorno», muestra celebrada en el Centro de Iniciativas Juveniles de Córdoba, Jacinto Lara no había expuesto individualmente su obra en salas de la provincia. Ahora. expone en Palma del Río la serie Depredadores. Una vez más, el artista resurge del tedio reinante para intentaractivar el interés por la creación actual. Una acción que contrasta con el escaso interés social hacia las exhibiciones artísticas que apreciamos en los últimos tiempos.
 
Durante estos meses el artista ha expuesto fuera de Córdoba: Luxemburgo, Francia, Dinamarca, Málaga... mostrando los resultados de su trabajo intenso en el desarrollo de las posibilidades de las «series», conjunto de obras con un hilo conductor temático y compositivo. La más próxima en el tiempo, «Guerreros geométricos», se ha mostrado en Dinamarca, en la exposición anual de Gronningen. Este grupo. que en la actualidad preside Finn Mickelborg. ha dado sentido a la actividad artística contemporánea en Dinamarca desde 1915. Anualmente celebran una muestra del quehacer de los integrantes del grupo. En esa exposición siempre están presentes dos artistas extranjeros que residan en el mismo país que alguno de los componentes del grupo. Este año han sido invitados los españoles Eugenio Chicano y Jacinto Lara. La crítica danesa ha considerado la aportación de ambos una dosis de aire fresco dentro del panorama que se presentaba en Charlottenborg. la sede de Gronningen.
 
Pocos días después del regreso de Dinamarca. Jacinto Lara inauguraba en la Sala de Exposiciones de la Universidad de Málaga. en la plaza de la Merced, una exposición individual bajo el titulo Depredadores.. Los Seminarios Fons-Mellaria’93 dieron cobijo a esta serie en un marco excepcional: el Claustro de las Monjas de Fuente-Obejuna. El nueve es la clave de la serie: son nueve cuadros articulados sobre una estructura de igual número de módulos: en la que siempre queda una de las nueve celdas vacía. En cada obra ese cuadrado vacio ocupa un lugar diferente en la retícula, pero es el ámbito en el que ocurre la acción no explícita, que consuma el espectador que se siente cómplice del creador.
 
En Málaga. el espacio de la sala fue laberíntico: un piso de altos techos, con pasillo distribuidor y habitaciones de dimensiones cuadradas con tabiques horadados que permitían la visión fragmentada de las obras. En Fuente-Obejuna, lienzos de pared continuos, sin otra interrupción que las aristas de las esquinas. sirvieron de fondo a la serie. Un cubo de sólidos y encalados machones que separan/unen múltiples ventanas y contraventanas verdes, definía la planta cuadrada del patio: fuente de luz que iluminaba las pinturas del artista cordobés y vacio simbólico en diálogo con la obra. La modulación de habitaciones en Málaga. el recinto translúcido central en Fuente-Obejuna, han mantenido inédita la visión global de la serie.
 
Palma del Río cuenta con un recinto expositivo espléndido en la Casa de la Cultura. Dos naves dispuestas paralelamente en un espacio que se percibe como único. Sólo recuerda esa dualidad el eje longitudinal del mismo marcado por pilares de hormigón visto y un arco suficientemente rebajado para hacer posible la visión unitaria de la galería. La axialidad remarca el vado que abraza el perímetro de la sala. El diálogo entre la obra y el espacio es ahora otro: un gran vacio central. las obras en las paredes y el espectador, en su soledad rodeado por los cuadros. La única limitación para la percepción compleja de la serie la impone nuestro campo visual.
 
Este espacio genera un comportamiento distinto del espectador: la obra se comporta de modo diferente: se refuerza la interacción entre piezas vecinas y del conjunto con cada una de las partes. La sala hará posible una comprensión progresiva de esta serie en la que el vacio seguirá siendo el protagonista de la obra.
 
Los depredadores sugieren al espectador numerosos vados, grandes incógnitas. El artista comparte la percepción que tiene de la existencia y la civilización a través de la pintura: Jacinto Lara busca en la plástica respuestas a problemas de la creación artística y de la vida misma. En las diversas etapas emprendidas, su lenguaje expresivo ha experimentado una continuada renovación: sin embargo reconocemos una intención constante que le ha llevado a investigar sobre la esencia misma del arte y la vida, entroncando con esa rica tradición de Oriente y Occidente que ha buscado una explicación al problema existencial de los orígenes.
 
Al analizar esta tendencia, observamos la desazón del individuo sensible que percibe el entorno como una realidad infinita. Esa inquietud difiere poco de la que ha suscitado la intuición de una dimensión suprahumana en el funcionamiento del Cosmos.
 
Esta proximidad conceptual justifica que el artista haya intentado resolver esta tensión espiritual traduciendo el problema a términos espaciales, definiendo un microcosmos más abarcable, acotando el espacio visual, movido por el afán de crear segmentos y delimitar territorios en un todo que es continuo, inabarcable, ininterrumpido.
 
Jacinto Lara en su obra de los ochenta y los noventa delimito zonas espaciales. crea un ámbito aparentemente neutro sobre el que aborda los problemas internos de la superficie pictórica. El cuadro se convierte así en el escenario ideal en el que investiga las relaciones entre realidades figurativas y abstractas. entre las diversas capas de color, entre las superficies de color y la línea.
Lo figura, un grueso contorno plano, no se logra mediante la superposición de la línea a la superficie pictórica. Es más bien el vacio resultante de la ausencia de pintura: el fondo que emerge encajado entre las diversas capas de pigmentos.
 
Las figuras humanas de Jacinto Lara definen la esencia misma del individuo en su soledad existencial y nos remiten al dilema entre la figura y el entorno. Este tema ha sido abordado en sus «Saltadores» e «Icaros», series en las que ha ido reduciendo la anécdota cotidiana hasta su completa extinción.
 
Emprendiendo así un camino para superar la dialéctica entre abstracción y figuración. Las formas figurativas y geométricas generan líneas de fuerza que se proyectan más allá de los limites cartesianos del espacio pictórico y nos obligan a participar del entorno circundan­te. No estamos ante el conflicto entre dos realidades plásticas aparentemente yuxtapuestas -el fondo abstracto y la figura esquemática -. El artista nos sitúa ante esa gran duda existencial que ni el propio Icaro pudo intuir porque en su vuelo se interpuso el descenso, la caída.
 
Este ámbito constituye un espacio extra pictórico, una realidad virtual o una evidencia inquietante. Puede traducirse como incógnita existencial, como verdad imposible de desvelar para muchos: sin embargo, Jacinto Lara convive con ella, la intuye desde su profundidad creativa, desde su búsqueda vital.
 
 
 
 
           

JACINTO LARA: MITOLOGíAS PROFANAS

 

Fernando Martín Martín. Sevilla 1993.

 
Hoy mas que nunca conviene tener presente que en el arte hay individuos, no etiquetas, como bien señala el prestigioso historiador Werner Hofmann. Jacinto Lara, pintor autodidacta, ejemplifica de manera excelente esta certera aseveración. Su obra no se adscribe a mas corriente que la generada desde su propia e íntima formulación creativa. Iniciado en los años setenta, su trayectoria, si bien en un principio posee evidentes concomitancias con el surrealismo y el expresionismo, pronto evolucionó hacia un lenguaje a partir del cual encuentra su propio estilo, dentro de lo que podríamos denominar o entender como una suerte de sincretismo en el que se establece una ambivalente dialéctica entre abstracción y representación, orientada hacia un doble y eficaz objetivo en el que contempla por igual pintura y significado.
 
Depredadores, conjunto de obras que justifica esta exposición, pertenece a la propuesta de trabajo conocida como Serie, es decir, un tema común cuya reflexión plástica ofrece distintas interpretaciones o variaciones sin perder un concepto base. No es lo primera vez que el autor ha abordado este tipo de tarea, basta rememorar sus ciclos recientes sobre los Trampolines -También conocido como Los Saltos- o EI Ring, ambos de principios de los noventa, siendo su cita oportuna por cuanto ya se podían ver en ellos ciertas preocupaciones que ahora han cobrado una mayor y mas clara identidad. confirmando, dado su carácter, que nos encontramos ante uno etapa de madurez plena.
 
Formada por nueve lienzos, la serie Depredadores posee un formato idéntico (180 x 180) subdividido a su vez por nueve módulos, uno de los cuales queda como espacio vacio de ubicación siempre distinta, configurando una composición ortogonal. En sus tersas y limpias superficies cromáticas los figuras un tanto sutiles de una mujer y un saurio. se entregan a un feroz combate de manera que es difícil discernir de modo completo en donde acaban sus respectivas naturalezas. consiguiendo una impactante imagen en proceso, se diría, de metamorfosis. El mito como metáfora y sistema que trata de explicar la realidad imaginativamente, ha experimentado, en el contexto pictórico de estos últimos años, un destacado interés, constituyendo un particular modo de expresar poéticamente y con pasión, a través de símbolos y signos, sentimientos y obsesiones personales. A lo largo de la lectura secuencial expuesta en los nueve cuadros, se revela un inteligente discurso transfigurado acerca del amor como forma de antropofagia espiritual, como paráfrasis de anhelo absoluto, en el que razón e impulso, posesión y dominio, comparten un mismo y equivoco terreno sin alcanzar nunca la aprehensión total, una ausencia simbólicamente visualizada en la reiterada oquedad existente en cada una de las piezas. Las figuras entrelazados de la mujer y el cocodrilo trazan con sus cuerpos una espiral como alegórica alusión del hombre con el universo en su sentido evolutivo y de lucha permanente.
 
Hay en toda la obra de JACINTO LARA una preocupación indiscutible por el espacio, por el sistema de representación, que le conducen a relacionar una manera propia de proposición que le sirve como método de ordenación de formas y figuras. En este sentido, sus composiciones habitualmente están presididas por un rigor geométrico extremo, conformado por una sabia dosificación cromática a base de campos de color monocromos que estructuran el espacio de modo claro y ordenado. En Depredadores, una reducida gama predominante de rojos, azules, ocres y negros intensos, aplicados con su característica pincelada cuidada y lisa, crea una sugestiva simbiosis entre figura y mancha de color, la cual tiende casi siempre a evitar su expansión completa hasta los bordes del lienzo. Al ser interferida por otras franjas. El resultado de esta planificación meticulosa, es un juego de contrastes que vivifican intensamente toda la superficie, a la vez que acentúa zonas concretas, logrando hermosas percepciones visuales. Pintura sin retórica, alejada de toda pulsión mecanicista y gestual, Jacinto Lara ha sabido elaborar una obra meditada y distinguida, en la que el hecho plástico cobra una fértil dimensión dentro de un carácter abstracto geométrico compuesto por brillantes y luminosas formas-color, a la vez de ser un pertinente y matizado escenario para reflejar su locuaz pensamiento.
 
 
 
 
           

Revista Lapiz / nº 92
            marzo abril 1993

           

Jacinto Lara. Malaga

 
           

Angel Luis Perez Villen

 
            La repercusión que para la pintura está teniendo todo el cú­mulo de experiencias últimas que centran la atención en los mecanis­mos de la representación y que aceptan indiscriminadamente el mestizaje disciplinar como salvaguarda de una resolución feliz, no puede ser más que positiva. Y lo es doblemente, porque si en principio es la pintura la beneficiaria al verse desplazada del escenario -solapa­miento momentáneo, pues la vuel­ta a la pintura se nos anuncia inmi­nente-, lo cual no deja de ser renta­ble para los que la consideran un lenguaje plástico aún fértil, tam­bién lo será para todos los revisio­nistas que añadan a su bagaje pic­tórico las enseñanzas derivadas del atentado contra el padre-madre-pintura.
 
Estas convulsiones no son dañinas para el medio porque supo­nen la necesaria autorreflexión y regeneran el tejido ideológico del arte. Al menos a quienes nos move­mos en el campo de la crítica de arte nos proporcionan un material insustituible para formular conje­turas. Sin embargo no viene a ser lo mismo para aquellos acreedores que, movidos por los engranajes de dicción que crea el mercado artísti­co, sufren sincrónicamente mudas de piel en consonancia con las con­signas que marca la moda artística. Jacinto Lara (Fernán Núñez, Cór­doba, 1953) se ha distinguido por mantenerse al margen de los recla­mos colectivos y su obra, que ha experimentado un renovado inte­rés, ha venido a confirmarnos la solidez del medio cuando el autor no se pierde entre rutinas culina­rias y exigencias del guión.
 
Fue a mediados de la pasada década cuando su pintura abandona definitivamente cualquier atisbo de servidumbre al discurso narrativo, al que con anterioridad había estado sometida. A partir de entonces el surrealismo y el expresionismo dan paso a una etapa en la que confluyen múltiples y variados intereses, des­de el análisis y la reinterpretación de la mitología hasta la experimenta­ción sistemática de los soportes, lo que le llevaría a admitir la objetuali­dad como ingrediente básico de su pintura, amén de los redescubri­mientos de la action painting nor­teamericana a través del informa­lismo del pop-art -gracias al conoci­miento de los nuevos realistas y neo-dadaístas-, Monet, Morandi y por último Rothko.
 
Su obra reciente es deudora por igual de todos ellos, pues bajo una acendrada economía formal y de medios, palpitan muchas de las claves que durante estos últimos años han definido su pintura. Se­ries como Los Saltos, El Ring, Icaro o Depredadores constituyen los hitos de su última y más interesan­te etapa, en la que a modo de sínte­sis se dan cita la realidad abstraída, la figura, la geometría y la psi­cología de la Gestalt, componiendo una suerte de desnudez elegante y concisa que contrasta con el dra­matismo e incluso el misterio del que suele impregnarse el soporte semántico: el salto al vacío desde el trampolín, la caída de Icaro y la vio­lencia inherente a un combate de boxeo o la acción depredadora de un carnívoro.
 
Depredadores es una serie cerrada y compuesta de nueve obras de gran formato, que a su vez constan de ocho módulos cuadra­dos cada una, quedando el noveno en vacío. Esta ausencia, que rota circularmente, deviene ocultación cuando se lee el ayuntamiento -aunque también podría enten­derse como agresión- al que se entregan la figura femenina y el saurio, pero cuya consumación nos está vedada. La línea o banda que contornea las figuras es a su vez agente transgresora de especies y mediadora entre la normativa orto­gonal de los planos geométricos y la interacción cromática a la que se someten los fondos. Todo parece apuntar a una sosegada reflexión sobre la función representativa de la pintura, asumiendo su ineludi­ble compromiso icónico pero ne­gándole (solapando) el protagonis­mo de antaño.
 

Sala de Arte. Universidad de Málaga. Plaza de la merced 21.