Los Haikus plásticos de Jacinto Lara

La falsa perspectiva al servicio de una teoría estética basada en lo irracional

 

I - Introducción

Desde algún tiempo Jacinto Lara toma como motivo de representación en su obra pintada y objetual figuras constructivistas  incoherentes desde el punto de vista de la geometría. Esta desobediencia a las normas geométricas no llamaría tanto la atención si no fuera por los títulos que el artista les ha asignado: todas son Haikus.

 

No cabe duda de que la elección de estos títulos haya sido influenciada en gran parte por la experiencia artística del artista en el mismo Japón (ver currículo), principalmente por su interés por la filosofía zen. Pero frente a una obra de Jacinto Lara nunca el espectador debe limitarse a sacar conclusiones demasiado evidentes. Estamos de acuerdo en que, debido al rigor de su depuración formal, estas obras ciertamente merecen llevar estos títulos, y que, por otro lado, las normas estrictas de los poemas escritos que les prestan su nombre de haiku (una métrica fija compuesta de tres versos de cinco, siete y cinco moras -silabas- respectivamente) obligan a la utilización de herramientas literarias equivalentes a las reglas, compas y cartabones propios de los geómetras. 

 

Pero también tales títulos pueden invitarnos a ver estos haikus plásticos basados en la falsa geometría como pretexto para reflexionar sobre teorías estéticas, igual que debemos ver los haikus literarios como aplicación de una particular teoría estética influenciada por la filosofía zen. Respecto a la teoría estética de los haikus, Roland Barthes dice: con ellos “surge un momento en el que el lenguaje se interrumpe (momento conseguido después de muchos ejercicios), y este corte sin resonancia es el que instituye a la vez la verdad zen y la forma breve y vacía del haiku”. “La brevedad del haiku – concluye el mismo autor – no es formal. El haiku no es un pensamiento rico reducido a una forma breve que de pronto logra su forma justa, sino un acontecimiento breve que encuentra de golpe su justa forma. 

 

 

II – Los Haikus de Jacinto Lara como contrapié del arte occidental

Limitar el lenguaje a su justa medida no es lo fuerte de occidente; no porque sus composiciones literarias resulten demasiado largas o demasiado cortas, sino porque toda su retórica le obliga a desproporcionar la relación entre el significante y el significado”. La experiencia del haiku se basa en un alejamiento radical del juego obsesivo de la substitución simbólica inherente a la racionalidad occidental. Por tanto cualquiera de esos poemas zen se construye a partir de un ataque frontal contra esa operación semántica que consiste en privilegiar el símbolo. Con cada uno de los tres versos de su estructura, un haiku ofrece sucesivamente una composición silogística en tres tiempos: una “subida”, un “suspenso” y una “conclusión”. Además, inspirado por la filosofía zen, esta composición se opone a la dictadura del sentido propia de la cultura occidental, y suscribe a la regla budista de estar nunca incluida en las cuatro proposiciones siguientes:

  • 1) Esto es A
  • 2) Esto no es A
  • 3) Esto es a la vez A y no A
  • 4)Esto no es A ni no A

 

El “A” de los “haikus” plásticos de Jacinto Lara es la geometría, y nunca se incluyen en las cuatro proposiciones anteriormente citadas debido a la contradicción interna que encierra la falsedad de sus resultados:

  • 1) Son ejercicios de geometría.
  • 2) No son ejercicios de geometría.
  • 3) Son y no son a la vez ejercicios de geometría.
  • 4) No son ejercicios de geometría  ni no son ejercicios de geometría  

 

La vía del budismo es la del sentido obstruido. La significación resulta imposible, igual que resulta imposible una lectura coherente de los haikus de Jacinto Lara, puesto que a su cuestionamiento de la geometría sus obras responden con lo absurdo en “su” geometría. En cada una de ellas el artista paraliza su lenguaje geométrico privándolo de la coherencia de un discurso sin el cual se desmorona todo el edificio del pensamiento occidental. Pero donde Jacinto Lara se muestra particularmente eficaz en su guerra zen contra la prevaricación del sentido es en la elección de sus temas plásticos, pues si comparamos el desarrollo de las civilizaciones en Europa y Asia, lo más llamativo del despegue intelectual en occidente fue su ciencia de la geometría y, de manera más simbólica, el logro del Renacimiento europeo con el descubrimiento de las leyes de la perspectiva que moldeo todo su sistema de representación en el espacio. Con la suspensión de la racionalidad en sus haikus plásticos, Jacinto Lara afirma en sus obras la primacía del sentimiento, la inconsistencia total, irrisoria, de la manifestación del ego en la creación artística, una reflexión totalmente ajena a la mente occidental.    Es en la sombra inconsistente y evanescente que proyectan en el muro sus  construcciones geométricamente absurdas donde el espectador debe buscar su “alma” poética, es decir, no en la materialización explicativa de una idea, o mejor, no en la trasformación de la impresión en descripción, sino en la imanación de la esencia de los objetos reflejada en el muro como si fuera un espejo. “El espíritu del hombre perfecto – dice un maestro del Tao – es como un espejo. No se apropia nada y tampoco rechaza nada. Recibe, pero no conserva”. 

 

III – La irracionalidad geométrica como racionalidad de la obra

En la tradición occidental de la teoría estética, se cumplió un paso decisivo al final del siglo XVIII. Con Diderot, Kant y los románticos de Jena se apartó el arte de cualquier influencia del conocimiento y de la moral. El arte o, más bien, el fenómeno estético considerado en su máxima extensión, pasó a ser sometido solamente a un enjuiciamiento reflexivo o, incluso como lo observamos en la teoría romántica, a prestarse a una interpretación inmanente ajena a cualquier regla preestablecida. Desde aquella época se observa una dualidad formada por dos teorías opuestas: la que entroniza la “irreductibilidad” absoluta del fenómeno artístico libre de cualquier contaminación de influencias ajenas; y la que lo considera como depositario de una “razón” y de una “verdad” superiores al conocimiento racional. Unos afirman que el arte escapa a cualquier forma de racionalidad, otros piensan que es el garante de la “verdadera” racionalidad o de la razón a secas. 

 

Es racional una representación plástica realizada según unas reglas aceptadas por la mayoría de los miembros de la corporación artística, como las que defienden los academicistas. Y a lo largo de la historia del arte occidental no hay reglas que hayan sido tan bien definidas y respectadas como las de la perspectiva. Este respecto a las reglas constituye el primer grado de manifestación de racionalidad en una obra. Ahora bien, que un artista español del siglo XXI, como es el caso de Jacinto Lara, se dediqué a “enturbiar” la lectura de sus obras plásticas construyendo sus figuras en el espacio según falsas reglas geométricas significa una clara declaración de guerra al espíritu racional occidental. 

 

Pero también es racional el artista que busca un reconocimiento o una aceptación justificable. Por tanto, en este sentido no es racional una necesidad causal que nada pretende, es decir, que no está impulsado por la voluntad de cumplir con algo. Conclusión: la racionalidad se caracteriza por la coherencia entre la formulación de un deseo y su consecución. En el campo de lo no racional encontramos los fenómenos propios de la naturaleza y sus efectos. En cambio, es racional una hipótesis científica, o una gramática, una expresión matemática materializada en el espacio por una figura geométrica, o cualquier acción llevada siguiendo normas aceptadas por su grado de racionalidad, pues, al contrario de las necesidades de la naturaleza, pretenden a un reconocimiento normativo. 

 

Pasa lo mismo con las obras de arte que, a diferencia del espectáculo de la naturaleza, son frutos de una aspiración a ser reconocido como tal en tanto que expresión de valores estéticos. Con el riesgo constante de acabar siendo una obra fallida, cualquier operación artística pretende ser valorada en función de su éxito: se entrega la obra solo cuando su autor está convencido de poder confrontarse con la mirada crítica del público, y para ello, debe estar seguro del valor significativo de lo que expone. Podemos decir que, con esta intersubjetividad (el deseo de seducir, y el placer de estar seducido), cuya conclusión ideal es el reconocimiento del valor del artista, nos encontramos con un secundo grado de “racionalidad estética” a la que no se escapan esta vez las obras de Jacinto Lara. 

 

IV – Conclusión: 

Con la exposición de sus obras basadas en falsas reglas geométricas, Jacinto Lara invita su público a reflexionar sobre la contradicción que encierra la presencia de la racionalidad y la no racionalidad en el arte occidental. Como artista hace gala de racionalidad buscando la aprobación del público que acude a la inauguración de sus exposiciones. Pero sus obras se desmarcan intencionalmente de la tradición occidental de privilegiar el sentido, más concretamente de la dictadura de las Academias que, en su defensa de lo “perfecto” en arte, no toleran la presencia de errores. El arte, dice Jacinto Lara, acontece precisamente solo cuando incorpora un error. Pero no todos los errores sirven para que acontezca el arte, solo sirven los “geniales”.  

                                                         

Michel Hubert Lápicouché

Crítico de arte y comisario independiente,

Miembro de la Sección Francesa de la Asociación Internacional de Críticos de Arte

(AICA)

 

 

 

Documentación consultada: 

Roland Barthes, L´empire de signes, Skira – les sentiers de la création, Champ Flammarion, Paris, 1984.

L´art sans compas – redéfinition de l´esthétique, collection Procope dirigée par Christian Bouchindhomme et Rainer Rochlitz. Les Editions du Cerf, Paris, 1992.

La Fundación Provincial Artes Plásticas Rafael Botí en ARCO Madrid, catálogo de exposición, Córdoba, 2017.